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“La decisión que tomó Maxi es trabajar para ser el mejor gobernador de esta provincia”

Juan Cruz Cándido conoció a Pullaro en los 90, a los 14 años. Lo acompañó en el Ministerio de Seguridad, en la Cámara de Diputados y ahora en cargo clave de la Gobernación. "El trabajo metódico de tantos años le da la posibilidad de tener de verdad el mapa de la provincia en la cabeza, lo que explica también el millón de votos", afirmó

“Si me preguntás qué soy, soy político. No soy otra cosa. Yo arranqué a militar a las 11 años en mi pueblo, en la campaña a gobernador de 1995. Ahí empecé, como se milita en un pueblo, que es ir al Comité y repartir los votos. En mi casa éramos radicales, de la línea de “Changui” Cáceres, acompañábamos cualquier sublema que se enfrentara al de (Horacio) Usandizaga. Mi madre no era una dirigente radical, ni siquiera militante, era una de las mujeres que iban al Comité a dar una mano, después del 83, a ensobrar los votos, a repartir, esas cosas. Hasta el 89, y después ya dejó de ir. En 1995 le dije a mi mamá «me voy al Comité». Y ahí arranqué. En el 98 vino la campaña de la interna de la Alianza, entre De la Rúa y Fernández Meijide. Se hizo una reunión en Villa Constitución, una conferencia de prensa, y no me acuerdo bien quién había venido a hablar a esa conferencia, pero fui a ver qué había, tenía 14 años, me tomé el colectivo y me fui hasta Villa. Llegué y vi tres pibes, delante de una pared. Yo era el único joven que había dando vueltas, y los señores de Villa me presentaron con estos chicos, de algo más de 20 años. Uno de ellos era Maxi Pullaro. Ahí lo conocí y me sumé a su grupo. El me lleva cerca de 10 años. Los otros eran Luis Persello (futuro secretario de Comunicación del gobierno provincial) y Gustavo Puccini (ministro de la Producción). Y ahí me sumé yo”.

La anécdota sobre los inicios en la política del actual diputado provincial Juan Cruz Cándido, futuro secretario general de la Gobernación, pinta de cuerpo entero las características del armado del núcleo duro de la próxima gestión en la Casa Gris: militancia radical y territorialidad, en conexión con personas, muchas de ellas del sur provincial, que se conocen desde hace casi tres décadas. Y que compartieron una gestión clave en el desarrollo de la carrera política del actual gobernador: la del Ministerio de Seguridad de la provincia entre 2015 y 2019. «Fue el gran desafío de nuestra generación», dijo sobre aquella experiencia en una cartera tan caliente.

Cándido vino a estudiar Ciencias Políticas a Rosario, participó de Franja Morada, la organización universitaria del radicalismo, y finalmente, en 2007, fue electo vicepresidente de la Comisión Comunal de Empalme Villa Constitución, con sólo 23 años.

Al poco tiempo su destino fue Capital Federal, donde trabajó con Ricardo Alfonsín en el Congreso, hasta 2015, donde recibió el llamado de Maximiliano Pullaro para acompañarlo en la gestión del Ministerio de Seguridad. «Me vine para darle una mano en la gestión. Gustavo Puccini, que era gerente de Molinos Río de la Plata, renunció a la empresa y se vino también para dar una mano en la gestión. Era el gran desafío de nuestra generación. Lo de Maxi era nuestra carta de presentación en sociedad, para hacernos cargo de responsabilidades importantes. Todos nos vinimos a ponernos el overol», explicó Cándido.

En Seguridad, ocupó el área de Programación Territorial, «que es la que administra la vinculación con los gobiernos locales». Finalmente, en 2019, Pullaro propuso su nombre para que integre la boleta de candidatos de diputados provinciales que encabezaba Miguel Lifschitz. En la Cámara baja, Cándido fue presidente de la Comisión de Seguridad durante los cuatro años de mandato.

—Y ahora te elige como secretario general de la Gobernación. ¿Qué implica ese cargo?

—Una tarea más de coordinación interna del gabinete que otra cosa. No implica ninguna función en particular en cuanto a lo público, sino más que nada la coordinación entre los equipos de gabinete, llevar adelante políticas que sean transversales a las diferentes áreas ministeriales, coordinar las mesas transversales que se dan por todos los temas, desde las escuelas de verano hasta atender a las probables inundaciones, y eso hace que tenga que participar desde Protección Civil hasta Desarrollo Social o Salud. Es un poco asistir al gobernador en esa coordinación que el gobernador en persona, por las tareas múltiples que tiene, no puede ocuparse de llevar adelante.

—Internamente, el grupo de Maxi que vos integrás, ¿viene a representar un cambio generacional dentro del radicalismo, o un cambio de qué tipo?

—Nosotros somos una generación a la que le tocó atravesar el post 2001 del radicalismo. Eso a muchos les planteó la disyuntiva de irse de la UCR y armar partidos propios, o de incorporarse a partidos nuevos, como el ARI, como Recrear. O se fueron al PRO, o luego de ese proceso se incorporaron al Frente para la Victoria. Y mientras tanto nosotros seguíamos entendiendo que la UCR seguía siendo una herramienta válida y necesaria. Esa crisis, como toda crisis, abre ventanas de oportunidad que hay que saber ver. Y nosotros empezamos a buscar jóvenes para que ocupen esos lugares. Y empezaron a ser concejales, presidentes comunales, y un poco nosotros fuimos los que íbamos pueblo por pueblo coordinando esa generación, con este grupo que enumeraba recién, y con algunos amigos más. Con la gestión de Maxi en el Ministerio creo que demostramos que estábamos para responsabilidades mayores. Renovación generacional puede ser, pero yo llevo 25 años militando en el radicalismo y sería un caradura si me considerara la renovación.

—Renovación considerada como un proceso.

—Fuimos los que empujamos de abajo, pero nada hubiera sido posible sin tipos que hoy son nuestros compañeros de ruta, como el caso de (el senador por el departamento San Cristóbal) Felipe Michlig. Él era el presidente del partido cuando nosotros estábamos en la juventud, y era el que nos abría las puertas, nos decía “esto no lo hagan” o “dénle para adelante”, “en qué los puedo ayudar”. Fue importante porque hubiera sido más difícil sin eso. Felipe, el Changui, Calos Fascendini, siempre muy dispuestos, entendiendo que los partidos políticos si no van sumando nuevas generaciones se van a apagando. Que es lo que no pasó con el radicalismo santafesino, donde fue creciendo. Hoy el radicalismo debe ser la organización política más fuerte de la Argentina.

—Sin embargo, en el debe de la UCR está todavía la imposibilidad de moldear un candidato presidencial. Y algunos apuntan a que Maxi puede serlo.

—La decisión que tomó Maxi es trabajar para ser el mejor gobernador de esta provincia. Y para eso hace falta trabajar todos los días y además no distraerse. Nosotros le decimos a los amigos que Maxi no se va a distraer y le pedimos mucho a los amigos que no hagan el esfuerzo de distraerlo. Además, la gente no está para sentirse parte de un experimento, donde los ciudadanos estamos siendo rehenes de un experimento en el cual determinados dirigentes están probando porque si les sale bien llegan a tal lado o a tal otro. Porque terminamos nosotros mismos instrumentalizando la democracia y haciendo de la democracia en realidad una suerte de reglas de un juego en el cual no participa la ciudadanía. Y eso es lo que termina complicando y debilitando a la democracia. Gobernar Santa Fe, transformar todo lo que se pueda las bases institucionales de la provincia, pero resolver las urgencias.

Algo de lo que quizás adolecimos durante los años del frente, especialmente en materia de seguridad pública, fue que teníamos el norte muy claro de lo que había que hacer en el largo plazo, esto de “no puede haber seguridad allí donde no hay igualdad de oportunidades, un barrio con infraestructura, para vivir de manera tal que no se acrecienten las desigualdades, y que no haya gente mirando con la ñata contra el vidrio cómo otros la pasan bien». Eso es el mejor antídoto contra la inseguridad y las violencias, pero también sabemos que esas políticas llevan tiempo. Y tiempo es un período, dos períodos, cuatro períodos de gobierno, y que para sostenerlas las políticas en el tiempo hay que seguir ganando elecciones. Porque, a las pruebas me remito, Omar Perotti cuando cambió el signo político y tiró por tierra el Plan Abre, el Nueva Oportunidad…Pero para ganar elecciones hay que tener legitimidad social, y a la gente la paciencia se le agota, con toda razón. Vos no le podés decir a la gente que espere 25 años para que den fruto las políticas de largo plazo que se están aplicando. Porque te roban hoy, porque la impunidad se vive hoy, porque la sensación de injusticia se vive hoy. Entonces creo que hay que trabajar en un mismo plano, para que al tiempo en que se ponen en marcha reformas profundas y de largo aliento se llevan adelante las intervenciones de corto plazo y urgentes, para que la gente vea los frutos del esfuerzo. Porque si no es muy complejo, ya nos pasó y nos puede volver a pasar. Creo que ahí Maxi tiene muy clara la mirada y eso es lo que no nos puede distraer, ni lo nacional, ni las ensoñaciones que uno pueda tener respecto de lo que va a pasar de 2027 en adelante.

—En ese orden, ¿cuál sería el criterio de éxito de la gestión en materia de seguridad?

—Es muy complejo hablar de números en seguridad. Porque si yo le digo a la gente que mi aspiración es que en cuatro años haya 140 muertos en Rosario por año, la gente dice “este es un tarado”. Pero ahora hay 280 muertos por año. Entonces es una aspiración retomar la senda del descenso del delito de violencia altamente lesiva, esa senda de descenso que se interrumpió en el 2020. Por lo menos retomar eso. Insisto, es difícil, pero yo siempre pongo el ejemplo de la fiebre: si alguien está atravesando una infección, una de las maneras de ver la infección es ver la evolución de la fiebre. Si tiene 39, empiezo el tratamiento y a la semana tiene 41, vamos mal. Tengo fiebre con 39 sí, tengo fiebre con 41 sí, pero si tengo fiebre con 39 y paso a tener 38, tengo fiebre, pero menos fiebre. Va funcionando el tratamiento. Con la seguridad pasa más o menos lo mismo, siempre estás en el margen de la fiebre, el tema es si tenés 38 o si tenés 41. De mínima hay que volver a tener 38, para que el tratamiento vuelva a ser efectivo. Y segundo, que la gente pueda sentirse cuidada cuando sale a la calle.

Y la gente debe sentirse cuidada por el Estado, que no solamente es la función policial, también es el servicio que presta la Justicia, el servicio que presta el Ministerio Público, también es lo que cada municipio puede hacer en torno al ordenamiento urbano. Muchas veces la inseguridad la constituyen también cuestiones que son de orden público, que no son vinculadas solamente al delito. Ahí vamos a trabajar mucho, para que la sociedad se sienta con la tranquilidad de recuperar el espacio público. Cuando la gente gana el espacio público se empieza a dar un círculo virtuoso, porque está comprobado que donde más gente hay en la calle menos delito se comete. Entonces tenemos que volver a que la gente pueda salir a la calle. Y además porque la única manera de construir comunidad es con la gente en la calle. Y hay que tratar de que eso vuelva a pasar.

—Después de tantos años al lado de Pullaro, ¿qué podés aportar sobre el conocimiento del gobernador electo?

—Es un trabajador de la política, que comprende bien cómo mixturar esto de la manera más tradicional de hacer política, con las nuevas herramientas que ofrece la sociedad, la comunicación, que tiene la capacidad de dedicarle todas las horas que pasa despierto a los temas que hay que resolver. Yo llegaba al ministerio a las 7 de la mañana y Maxi ya estaba sentado en su oficina. Y te ibas a las 8 de la noche y Maxi estaba en su oficina. Era el primero que llegaba y el último que se iba. Y es lo que nos pidió a los funcionarios ahora. Llegar antes que la administración pública e irse después del último empleado. Y no hay domingo, no hay sábado. Maxi ha pasado algún 24 (de diciembre) a la noche en el 911. Nosotros hemos pasado domingos de pascua en El Ojo con él. Como militante, tampoco tenía vacaciones. Yo no tengo muchos recuerdos de escucharle decir “me voy de vacaciones”. La política es su vida, pero la política con un fin. Porque a la hora de imaginar un político, la gente se puede imaginar a alguien en un café con cuatro o cinco más, tres horas hablando. Es muy difícil que a Maxi lo veas haciendo eso. Es muy metódico, muy ordenado y muy trabajador. No es un político de los que la gente se imagina, hablando en un bar de lo que está pasando. Es un tipo que se ocupa mucho de la acción política, de lo que tenga que hacer, para hacerlo. Creo que eso es lo que hizo que nadie lo vea venir. Porque llegó un momento donde se dio vuelta y dijo “quiero ser gobernador”, pero ahí ya había recorrido no una, sesenta veces, algunos pueblos. Y lo recuerdan los dirigentes, que se acuerdan de sus pelos largos, de las reuniones, y eso es la parte más tradicional de la política. Que es lo que llamativamente en estos tiempos de Tic-Toc y de política intermediada por pantalla, le permitió a Maxi tener una estructura de gente en todos lados dispuesta a sumarse y a colaborar. Hoy no es lo más importante, pero ahora se está viendo la importancia. Ahora que hay que armar el gobierno y hay que pensar el gobierno. Hoy no parece importante porque en el mundo entero están triunfando políticos que no recorren, para no hacer casos argentinos. En Chile hace algunos años salió segundo un tipo que se llama Franco Parisi, que hacía 8 meses que no vivía en Chile. No volvió a Chile ni a votar. Y salió segundo en la elección presidencial. Podría haber ganado, pero no podría haber gobernado. Hoy, el trabajo metódico de tantos años le da a Pullaro la posibilidad de tener de verdad el mapa de la provincia en la cabeza. Saber qué hay en cada pueblo, saber hasta qué olor hay en cada pueblo. Y cuáles son los problemas históricos. Eso es también lo que explica el millón de votos.

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